AQUELLOS DIAS DE VIENTO ROJINEGRO
Aquellos días eran de vino y poesía, de juventud desbordada, donde lo prohibido era prohibir, donde soñábamos, exigíamos, aprendíamos a Ser , eran extenuantes caminatas , lecturas y discusiones nocturnas y de madrugada; en la Ciudad, el Ejido, la Montaña, la Universidad y siempre de camino, digo que eran, porque muchos de entonces, tomamos por diferentes caminos, pero nunca dejamos de Ser y pertenecer.
Él, siempre estaba ahí, como parte del paisaje, del sueño, como futuro; con su paciencia y amor histórico; Como ángel de la guarda, como furioso dios, como Compañero, Padre, Confesor, Amigo; como lo necesitáramos; .
Robusto, de sonrisa abierta y encanto de niño, su cabello tenia una magia de León encrispado, la barba al estilo Trotsky, sus manos, dos diapasones y voz de trueno que sonaba en toda la Universidad , creando estrategias; fácil para encontrar, en cada señal de la vida, un desafió para su imaginación y profesión; Torero, Maestro, Carpintero, Poeta, Fotógrafo, Pintor, Librero, Periodista, Editor, Redentor y Guerrillero; miles de oficio para una profesión, darlo todo, no encontrar limites, nunca buscar los términos medios, radical hasta la medula de los huesos, de decisiones rápidas, pensadas, meditadas; pero resolutivo, en el aula, la casa el grupo y el partido...... así lo conocí ,así lo entendí y así lo encontré.
Deje de verlo durante un tiempo; cuando lo volví a encontrar, estaba casado con Eugenia, la compañera, Exsandinista, Maestra y Guerrillera. vivía en una casa del viejo barrio sur, cercana al centro; la cual, había poblado de hijos y según me dijo, uno lleva mi nombre; el nombre del Compañero entrañable
El tiempo había pasado, unas veces rápido y otras detenidos en una carta, después de lo de Raquel, dejamos de vernos y ahora al volver, ahí estaba. La misma risa, la misma pasión por vivir, jugando a construir frases para alegrar, Para animar, para volver a colocar en la ruta o sintonía a quien se descarriaba.
Ahí estaba, con sus discursos , sobre la Revolución, el Amor, la Luz, la Belleza, el Mar, la Montaña; todos remojados con aquel vino, que tanto nos gustaba, en las noches de pasión y desenfreno Revolucionario ; o en la tristes agonías nocturnas de cuando un Compañero había caído y él, nos reunía en torno a la foto y una vela, en la boca mas oscura de la vida.
Disfrute verlo de nuevo, no tarde en invitarlo para que me platicara que había sucedido durante el tiempo que nos dejamos de ver, fue así que en menos de un suspiro, estábamos instalados en el bar, que durante mucho tiempo fue nuestro lugar preferido para el contacto con los clandestinos y los que estaban en la civilidad; una especie de Aleph , según lo pensábamos en aquel tiempo
Ahí estaba sentado, con su figura de monje trapense ,como siempre, en el rincón más oscuro, como sombra, como personaje de alguna novela de Doustoyesky, , con su pipa y tabaco revuelto con hierba, y su melena alborotada , brindando por el encuentro.
Por primera vez, desde que asistíamos a ese bar, no pidió la guitarra. Me empezó a contar, -para sorpresa mía-, no lo que había hecho, sino lo que estaba haciendo.
Con la mirada encendida, acentuando cada palabra con sus manos, como si hubiera encontrado La sonrisa lúdica de las novelas Simoniana, como si una verdad le hubiera sido revelada por Zaratustra; me hablo de sus nuevas tareas, de los viajes semanales de cada jueves hacia la Sierra Taraumara; para unirse a los campesinos del norte en su lucha por la tierra, -aún más-, para ser uno de ellos: participar de su vida, purificar su alma, antes de su viaje y misión final.
Era tan hermoso ver en sus ojos y manos, los rastros de ese renacer, yo sentí alegría por él, me contagio su mesianismo , su emulación de Prometeo. Brotó la admiración que siempre llevé conmigo y que nació en aquellos días de Universidad, en que compartimos un trozo de la vida y que buscando una guía o dirección; apareció como saeta y lo convide a la reingeniería de mi vida.
Me amó con un sentimiento de Padre, cuando fué Consejero, en la Facultad de Filosofía, y entre tumbos, citas, marchas y plantones, pasamos a ser dos grandes amigos, no obstante las edades, los tiempos y las posiciones. Siempre tuvo grandes atenciones para conmigo, dándome compromisos y tareas mayores, exigiendo siempre, los mejores resultados. Durante todo ese tiempo, me enseño el marxismo, a vivirlo y amarlo como arma teórica, en aquel tiempo.
Me comentó con agua en sus ojos, que lo llenaba de entusiasmo, que muchos Jóvenes lo siguieran en esta aventura, de su reincorporación al Partido Comunista Clandestino de la Lucha Popular ,del que había sido expulsado, por sus continuas criticas al dogmatismo, por envenenarnos de modernismo con, lecturas de José Revueltas, de Camus, Sarte , por sus bromas sobre Lenin Marx y el Che.
Lo invadían nuevos ánimos, sus pulmones efisémicos tenían nuevo aliento, le venia bien la montaña y el contacto con los Jóvenes, con los Campesino; como en los viejos tiempos ; el Quijote se estaba preparando para su penúltima batalla y digo la penúltima , porque Guerreros como él, son como el Cid Campeador contra los Moros.
Mientras tanto; se disponía a cumplir con los encargos que se le asignaban, como un discípulo, cumpliendo con su maestro.
Nos bebimos la tarde y borrachos de recuerdos por el encuentro , al caer la noche y cerrar el bar ,marchamos a su casa, encargó al Cantinero, las llaves de su auto y marchamos a pie por las calles solitarias de la histórica ciudad norteña.
Fue inevitable soñar despierto, en aquellas solitarias calles tan llenas de recuerdos, imaginando el día, cuando aprendíamos a ser Guerrilleros, de aquellas marchas multitudinarias de Estudiantes, de los Campesinos, del SUTIN ,de los Metalúrgicos, de los Colonos; cuando secuestrábamos camiones para las tareas Revolucionarias, de los bloqueos al puente Internacional, de las tomas de bodegas de Conasupo, exigiendo mejor precio al maíz, con Camilo Daniel y sus campesinos. Ver a las Doñas , Madres de los desparecidos, bailando de madrugada en la plaza de armas. Mientras esperábamos noticias.
Al pasar por Catedral, recordamos aquella vez, que tomamos los templos de la ciudad y la adhesión de los Curas rurales progresistas , Jesuitas, Dominicos Franciscanos, Diocesanos y practicantes de la Teología de la Liberación, que, al sonar de campanas, festejamos el triunfo de la Revolución Sandinista : lanzamos vivas a Sandino, al FSLN ,Carlos Fonseca, Ernesto Cardenal y todo el pueblo Nicaragüense, por el que sentíamos gran admiración
Fue inevitable, recordar a Carmen, su compañera de entonces ,que terminó sus días en un Hospital de Cuba, mientras él cumplía sus últimos dos años, de la octava condena.
Recordamos con carcajadas, aquella ves, que con nuestra inexperiencia tomamos una radiodifusora para trasmitir la lucha de los metalúrgicos Acereros y leer un comunicado, de su posterior corrección y sanción; de los enfrentamientos con la Policía, con el Ejercito y de cómo burlábamos a los de Gobernación.
Caminando por la calle, como si estuviera en la sala de su casa y bailando el “ vals del cóndor herido”, se detuvo, en donde Maite, fue acribillada, con sus seis meses de embarazo y me dijo en tono Pontifical, mientras se empinaba una lata de cerveza “ recuérdeme compañero, cuando triunfemos, de poner el nombre de Maite a esta calle Y hacerla boulevard ”. y soltaba la risa.
Al llegar a su casa, nos recibió Eugenia, con su sonrisa Nicaragüense y su pelo largo. Nos abrazamos y de nueva cuenta ,fuimos los tres a desenterrar el pasado; ni ella, ni yo, hablamos de Andrea, fue como si no fuera parte del pasado.
Conforme caía la noche y el cielo de Chihuahua tomaba forma de canción, ella se disculpó, y nos dejo la noche para recordar y nostalgiar, no sin antes traer la ultima botella de vodka Soviético, que había sobrevivido al nacimiento de ocho Guerrilleritos y que daba tono especial a esta noche. De nueva cuenta, retomamos la Conversación, que habíamos dejado pendiente al salir del bar y en las calles de la gran ciudad.
Él, con su guitarra, entonaba cantos tristes del norte, de Violeta Parra, de Víctor Jara, de Gabino Palomares, de nuestro entrañable José; interrumpía las canciones para contar de algún compañero, de algún hecho pasado y presente, de lo que estaba haciendo, del papel de la Universidad; se quejaba de los Compas, que ahora estaban en la lucha democrática en algún partido.
Fue preciso traer a Benedetti, Neruda, Vallejo y Miguel Hernández a ese rincón de su jardín, recitamos toda la noche, así como bebíamos, cantábamos, fumábamos discutíamos, comíamos y nos reprochábamos.
El alcohol, la noche y los recuerdos, me hizo ver en el jardín, de nuevo a todos: a Violeta, a Joel, Roberto, Juan Pedro, Armida, la Madre Lucy , Gaspar , marinéla, Maite -creo que también estaba Andrea-.
La noche fue silenciando su voz y su vaso, dejaba plantado sus labios y la pipa humeaba sola, tirada en el césped de aquel jardín, que tantas veces atrapó nuestro conversaciones y escucho de nuestros triunfos, junto al Maestro; que bailo tantas veces de alegría, cuando algo nos hacia entre los buenos, los mejores.
Acurrucado en su sillón preferido, poco a poco se fue poniendo cómodo y tras tomar la guitarra como almohada, puso su cabeza y sus sueños a descansar.
Yo permanecí un buen tiempo mirando la figura indómita del Niño dormido, del viejo y nuevo Combatiente, del Ultra, del Padre que descansa, frente a la confianza y admiración del hijo, que no quiere que el sereno turbe su paz y toque su sueño. Tomando su vieja manta de lana, cubrí su cuerpo y de nueva cuenta, sentí, esa vieja corazonada que siempre me asalta con las personas que amo, siempre que dejo de verlas y me encuentro con ellas, presiento, que esa será la última vez que nos veremos, aunque su tos, me confirmaba, que a pesar de la alegría de sus pulmones, algo no funcionaba bien en su organismo.
Besé su frente y ya de madrugada, fumando un cigarrillo, salí por la puerta de atrás- como en los viejos tiempos-, cuando llegábamos de tarde o mañana y salíamos al amanecer, para que los vecinos no supieran que ahí se juntaba un puñado de soñadores de lo absoluto, Poetas que soñaban con ser Guerrilleros y construían entre coplas, acciones concretas que después, poníamos en la calle .
Quise caminar solo por la ciudad, pero los recuerdos herían mas mi alma, que el sol a mis ojos y aspirando fuerte y apretando las mandíbulas, salí del túnel del tiempo y volví a este lugar, pensando si algún día volveré a verlo o tener noticias de EL.
Me asaltaba la duda, si Eugenia me llamaría ese día, si habíamos platicado todo lo que teníamos por conversar, si me había perdonado y absuelto esa noche, por haber echo mi tesis sobre José Alfredo y no de las implicaciones de la Filosofía Materialista; como él me lo sugería.
Tantas cosas vividas esa noche, no se pueden olvidar de golpe, nunca podrán ser igual; porque aquellos días de viento rojinero , eran de vino y poesía, de juventud desbordada, donde lo prohibido era prohibir, donde soñábamos, exigíamos, y aprendíamos a Ser.
LENNOX
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